16 julio 2009

Hoja de Otoño - Capítulo I

Esto es lo que recuerdo:

Había una escuela. Era grande y estaba decorada de una forma tradicional, y vista desde afuera, hacía parecer que el interior de sus salones era cálido, agradable. En el ambiente se sentía un clima frío, propio del otoño que estaba comenzando allí, en Manhattan. Saliendo de esa escuela estaba yo, con un par de amigos, cansados y dispuestos a regresar a nuestros hogares.

Entonces, vi a mi mamá en la entrada de la escuela, y corrí hacia donde estaba.

- ¿Qué haces aquí?- pregunté sorprendido, pues yo siempre solía regresar solo a mi casa.

- ¿Qué? ¿Tu madre no puede venir por ti un día?

- No es eso, sólo que me sorprende que vengas por mí… no sé, es raro.

- Pues espero que sea eso.- Respondió sin estar muy convencida por lo que le contesté – Pero no importa. Anda, sube al auto, vamos a un lugar especial.


¿Lugar especial? No tenía idea sobre hacia dónde íbamos, pero me agradó que mi mamá hubiera ido por mí a la escuela. Tal vez suene como si yo fuera un anormal que le agrada estar con su madre, pero ella no era una madre común: podíamos platicar sobre cualquier cosa, como mis amigos, la escuela, o incluso hasta de Viridiana, una niña que me llegó a gustar hace un tiempo. Ella no solía enojarse con facilidad, y bromeábamos de cualquier cosa. Era como mi mejor amiga.

- Llegamos – dijo mientras se estacionaba en un restaurante. Debo decir que era un restaurante hermoso, ubicado en un bosque, o algo así, y tenía mesas al aire libre. Nunca imaginé un lugar así, era simplemente… deslumbrante.

- ¡Este restaurante es genial! ¿Y ahora por qué se te ocurrió venir a un lugar así?

- No lo sé, sólo se me ocurrió. Además, tenemos que hablar de algo importante.


Antes de que terminara de hablar, entramos al lugar, y tomamos asiento; después continuó:

- Daniel, en dos semanas cumples 15 años, y además has sido un muy buen estudiante. Así que… ¿qué quieres que te regale?

- Mamá, no tienes qué preocuparte por eso. Que me hayas encontrado ha sido el mejor regalo que alguien me haya dado.

- ¡Qué lindo eres! – dijo ella en tono de ternura – Encontrarte es lo mejor que me haya pasado en la vida también. Hijo, te amo.


Justo en ese momento, unas cuantas hojas secas cayeron tímidamente de un árbol. “Te amo”. Esas dos palabras eran lo que me hacía falta. Llenaron mi alma de alegría, y tuve unas fuertes ganas de llorar. Entonces, ese pensamiento vino a mí: “soy feliz”. Mientras más lo pensaba, más caía en la cuenta, y entonces…

Abrí los ojos, y vi una habitación grande y blanca, llena de frascos de medicinas, con cortinas blancas y un olor a limpieza. Y por fin me di cuenta: todo había sido sólo un sueño más, anhelando la felicidad que me falta. Ahora recuerdo todo. Lloré hasta quedar dormido. Y ahí, enfrente de mí, había una cama, y en ella estaba la mujer que había soñado, manteniéndose con vida tan sólo gracias a un tubo respiratorio: sí, era mi madre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno... la escritura es el reflejo de nuestro ser. La pluma es el lenguaje del alma.

Con K. dijo...

el final es ... no se solo se que se me erizo la piel.
felicidades querido mio te sigues puliendo como escritor sigue asi :)

*tambien ame el comentario anonimo, es muy sbaio*

Mariana Querem dijo...

¡Muy lindo amigo!, Sigue asi en verdad es bueno. Nos hace valorar lo que tenemos en nuestra vida, porque talvéz algun día puede irse. Felicidades Aldito.