28 junio 2010

J 321 Cap I


I
Miré al cielo en busca de una estrella.
-Es inútil. Entra ya.- Me dijo una voz que venia de… realmente no se de donde venia.
-Entra rápido que ya van a dar el toque de queda.
Cierto, estábamos en tiempo de guerra y desde que llegamos aquí no hemos hecho otra cosa más que escondernos de esos asquerosos monstruos.
-Ya voy. Le respondí a esa voz misteriosa.
-Te he dicho mil veces que en este planeta no se ven las estrellas, no es como en la Tierra.
-Lo sé y no me importa. Quien sabe, tal vez… algún día yo sea la primera en descubrir una.
-Deja de soñar despierta niña, que por eso vas tan mal en la escuela. Anda, vete ya a dormir, es muy tarde.
Nunca he entendido la razón de porque aquí no se ven las estrellas. J321 es un planeta muy extraño, no se quien fue el idiota que se lo ocurrió venir aquí en primer lugar, aunque pensándolo bien… no está tan mal, es decir, las flores verdes, moradas, rosas y azules que crecen en este lugar a causa de la radioactividad no son del todo malas. Si, hasta te llegas a acostumbrar a su penetrante olor sulfuroso después de unos meses de estadía o algunos cuantos segundos de intoxicación… ¡bah! ¿A quien quiero engañar? Este lugar se está pudriendo y yo junto con él.

16 junio 2010

Hoja de Otoño - Capítulo II

¿Alguna vez han tenido la necesidad de decir todo lo que sienten, aunque saben que nadie los escuchará? ¿No les ha pasado que justo cuando creyeron que eran felices, el destino parece burlarse de ustedes girando toda su suerte? Pues a mí sí. Tal vez esta no es la historia más triste que pueda pasarle a alguien, ¿pero qué importan los demás? En una vida así, a penas y te da tiempo de preocuparte por otras personas.

Despierto, y esas ganas de llorar de felicidad que sentí en mi sueño se convierten en un llanto de desesperación y tristeza. Camino hacia donde está mi madre, y cojo su mano, fría y pálida, que alguna vez me hubo brindado protección. Tengo miedo, miedo de que mi madre se vaya y me abandone, miedo de que me deje solo en un mundo que a penas estoy comprendiendo, miedo de que las noches en que se despedía de mí con un “te quiero” se acaben.

-Disculpa, hijo, creo que es hora de que te vayas. El tiempo de visitas ya terminó –dice el doctor Roberts, mientras entra a la habitación.

Salgo del cuarto sin decir nada, y camino por los pasillos del hospital en silencio, dirigiéndome hacia la puerta de salida. Y salgo por fin a la calle, teniendo tan sólo al viento como abrigo y las estrellas como techo, brindándome un poquito de protección. Al llegar a mi casa, por supuesto todo está solo. Hay tanto silencio que hasta se puede escuchar. Nunca creí que estar en la casa de mamá me provocaría tanto vacío, tanta soledad.

Ahora, siento la necesidad de recordar mi vida con ella, desde que la conocí, hasta este momento, sólo para tener presente su memoria y su existencia.

08 junio 2010

Querido diario:

¿Qué puedo hacer para guardar este sentimiento que ahora tengo en mi interior? Es cierto que es destructivo, doloroso, pero deseo conservarlo. Este sentimiento me abre los ojos a la realidad, pues es ésta, no hay otra. Quiero conservarlo para no perderme, para no opacarme con emociones y deseos positivos que no me corresponden, con los que sólo me engaño, que sólo estorban...

¿Decepción? Creo que es eso: por esperar algo de alguien aparte de mi persona, la única que debería importarme.

¿Tú crees que las palabras puedan conservar un sentimiento? ¿Esos manchones de tinta? Lo dudo. Pero a pesar de ello, aun tengo alguna esperanza.

Sentimiento doloroso: destrózame por favor; no deseo auxiliarme con otra emoción, sino ser destruído por tí. ¿Querer? ¿Puedes decirme qué es eso? Lo ignoro. Recuerdo haberlo sentido alguna vez, pero ahora es sólo eso, un recuerdo: un recuerdo que terminaré olvidando completamente, como las emociones que tratan de transmitirme tus páginas inútilmente.