30 abril 2009

Cartas de un suicida II

No recuerdo mucho sobre ese día en el que, decidida a acabar con mi vida, tomé un frasco entero de medicina para dormir, pero lo que si sé es que algo, sin duda, había salido mal.
Antes que nada, tenia que cerciorarme de cuanto tiempo había pasado desde la ultima vez que estuve consciente, tomé mi reloj del cajón del buró en donde había dejado la carta, que por fortuna o tal vez desgracia aun seguía ahí, mirándome como con una mirada sínica, me puse el reloj en la muñeca y salte de la cama, abrí de par en par las cortinas esperando encontrar a mi bella amada, la luna, y así fue, estaba más brillante que la ultima noche, la salude con una leve sonrisa y me dirigí hacia la entrada donde se suponía que debía estar el periódico, pero no.
Desilusionada, no tanto por no encontrar el periódico como todos los días, sino por seguir sin saber cuanto tiempo había pasado, prendí la televisión, pero ya era demasiado tarde como para ver la transmisión de las noticias, ahora si estaba desesperada, intenté relajarme en el sofá gastado de la sala y me hundí en él, estuve unos cuantos minutos pensando hasta que el sonido de un par de golpes en mi puerta me distrajo, no estaba de humor como para recibir visitas y menos cuando mi plan había fracasado, pero si no quería que los vecinos empezaran a sospechar de mi ausencia (corta o prolongada) tenia que atender.
Abrí despacio la puerta, no pude distinguir quien era ya que todo estaba obscuro, así que encendí la luz, volví a mirar y ya no había nadie.

27 abril 2009

27 de abril del 2009

Querido diario:
Ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que te escribí, pues bueno estoy aquí de nuevo, buscando ese consuelo que se que una simple hoja de papel no me dará.
¿Sabes?, hoy es uno de esos días en los que la máscara de hierro, que decidí ponerme hace ya tanto tiempo, se rompe, le he encontrado tantas grietas, algunas las he logrado sanar pero otras… son tan profundas que a veces dejan ver un poco mas allá de la superficie y es ahí donde todo queda al descubierto por unos instantes, que aunque sean breves, dejan mucho de que hablar, además de esta falla le he encontrado unas más, déjame contarte.
En la tarde me quité la máscara dejando al descubierto mi rostro, observé que el interior de ésta ya estaba un poco descolorida, creo que es por el tiempo que la he llevado puesta, en realidad nunca le he puesto mucha atención al interior, por fuera habían grietas, unas cerca de las comisuras de la boca, otras más en la frente, pero eso no es lo más importante de los daños que tenia, no… la zona que más daño revelaba eran los ojos… creo que nunca me di cuenta que aun la máscara más hermosa, fina o lo que quieras, puede detener el flujo de tus verdaderos sentimientos… la zona bajo los ojos estaba oxidada y creaba todo un camino que llegaba al mentón, me sorprende que nunca haya visto este defecto… o tal vez lo vi, pero nunca quise darle la importancia que ahora le doy, tal vez…
Aun no decido que hacer con la máscara, por ahora está colgada en la pared, atrás de la puerta blanca de mi cuarto que pareciera que llorara cada vez que se abre o cierra, no se, en verdad no se que hacer con ella, he pensado en arreglarla y seguir usándola, también en… no usarla más… pero el haberla tenido puesta por tanto tiempo me ha hecho daño, tanto que tengo miedo de no poder ser la misma persona sin ella… ¿pero que digo?, claro que no seré la misma persona, creo que más bien es miedo a enfrentar las cosas sin ella.
En cuanto tenga una resolución a este conflicto te la haré saber lo antes posible… porque de todas maneras tú y el viento son los únicos que me escuchan.

24 abril 2009

Cartas de un suicida I



Era martes por la mañana y él ya se había ido, un pequeño rayo de luz se colaba entre las cortinas, dándome en la cara y obligándome a levantarme, pero solo me hundí en las sabanas.
Me parece haber quedado inconsciente por algunos minutos y después de pensarlo un poco, decidí levantarme, no tenia caso seguir escondiéndome de la tristeza si ya me había encontrado, tenía que enfrentarla ¿pero como?.
Me apresuré a vestirme, creí tener un plan. Después del desayuno, caminé por el parque en el que los dos solíamos pasear, me tomé mi tiempo, me senté bajo el árbol más grande sólo a sentir el viento del invierno y empecé a escribir.
Para cuando la tarde llegó, fijé mi rumbo hacia la farmacia y compré un pequeño frasco azul de pastillas para dormir.
Cuando llegué a mi casa ya era de noche, una vez más la luna se alzaba tan gloriosa sobre mi cabeza y me bañaba en una luz plateada, subí al cuarto y encontré mi cama vacía, como la dejé en la mañana, nada había cambiado. Ya estaba decidido, hoy me liberaría del dolor y la tristeza.
Dejé la carta que había escrito en el parque sobre el buró, al lado de una rosa muerta y me tomé una, dos, hasta veinte pastillas y en diez minutos me quede dormida.

21 abril 2009

Martes, 21 de abril de 2009

Querido Diario:

No sé por qué estoy aquí, escribiendo, recordando, pensando en mí. Prometí que no volvería a hacerlo, pero aquí estoy. Sí, me he dado cuenta de lo fácil que puedo romper una promesa.
¿No te ha pasado que te sientes solo, como si a nadie le importara lo que dices, y mucho menos lo que sientes? ¿Como si, a pesar de estar entre un mar de gente, te sintieras sin compañía? (Es evidente que estoy hablando conmigo mismo, ¿pues con quien más podría hablar?, ¿quién se tomaría la molestia de escucharme y fingir que le interesa lo que digo?) ¿Sabes? Le tengo miedo a la soledad; podría decir que es uno de mis grandes temores. Pero no me refiero a la soledad de estar si compañía por un rato, sino a la soledad en la que sientes que nadie te apoya, que en realidad nadie piensa como tú ni nadie puede comprenderte: esa soledad que te susurra que tu existencia no es útil para nadie...
¿Notaste que el día de ayer el cielo se cubrió de nubes, y que el viento comenzó a soplar fuertemente, dejando una sensación de frío? ¿No te recordó aquellos días en los que solías ser feliz? Pero ayer fue diferente. Ayer, sólo pensé. Pensé en todo lo que he aprendido últimamente. Que las personas siempre tienen una doble cara, que la gente cambia, que las relaciones se pueden perder fácilmente, y mi lección más importante: que nadie te puede comprender, ni nadie te puede entender tanto como tú quisieras. Que sólo dependes de ti mismo. En pocas palabras, que estás solo. Tengo miedo.
Ese día, llegué a mi casa al anochecer, y al parecer, nadie se percató de mi existencia. Me senté un rato en el sillón. Me sentía cansado, quería dormir. La recordé por unos instantes, y me sentí vacío. La siguiente escena que recuerdo es que estaba oscuro; al parecer era de madrugada. Seguía con la misma ropa que había llevado todo el día. Lo único que hice fue dirigirme a mi cama, cambiarme y dormirme.
El día de hoy lo pasé en blanco, hasta este momento. Sí, estoy aquí. Escribiendo. ¿A quién le hablo? A nadie, sólo escribo para satisfacer la necesidad que tengo de contar lo que siento: sé que sólo me engaño, no importa. Y sí, comprendo que nadie me puede apartar de la soledad, ni siquiera ella. Resulta estúpido pensar que creí que ella podía hacerme sentir vivo de nuevo, y me podía hacer confiar en las personas como antes. La vida es subjetiva: sólo pasa, y se va.
Tal vez esto es sólo un momento de debilidad. Tal vez todo esto pase, y pueda volver a sentirme cómodo, a ser feliz. Tal vez... lo siento, debo tenerte aburrido con mis patéticos sentimientos... creo que lo mismo pasa con las demás personas. Prometo ya no hacerlo... Perdón, olvidaba lo rápido que puedo romper una promesa...
Creo que lo mejor ahora será dormir. Necesito sentirme seguro, en mis sueños. Necesito creer de nuevo. Creo que esa es la razón por la que duermo. En fin, sólo lo diré porque estoy acostumbrado a hacerlo, aunque realmente sé que no le hablo a nadie: "gracias por escucharme".

Aldo

20 abril 2009

10 de abril del 2009



Querido diario:
A pesar de que no suelo escribirte hoy me ha entrado la necesidad de desahogarme con alguien, si, con un alguien que escuche, que este ahí...
Ayer iba caminando por la calle, pensé en lo hermosa que era la noche, fije mis ojos en la brillante luna que se alzaba tan esplendida como siempre, y no se como le hace, pero siempre logra recordarme a... bueno ese no es el punto.

Seguí caminando a un destino incierto, me pare bajo la luz mortecina de un viejo farol que apenas alumbraba un pequeño espacio, sin mas que hacer, (y claro, ¿que mas haría?) me senté bajo aquel farol a esperar, no se que esperaba, pero sentía la necesidad de esperar, y así lo hice.

Después de varios minutos y de ver pasar gente común y corriente, que para mi no tenían el menor chiste, pensando en cosas simples y sin sentido… pero eso a mi no me importaba, no, solo esperaba...

De pronto vi una figura distante, un tanto borrosa, era alguien en definitiva, no se como describirlo, solo recuerdo que llevaba una capucha de color negro, fije mis ojos en aquella figura misteriosa tratando de distinguir quien era, por unos breves momentos se quedo quieto, no estoy segura si me observaba pues como ya te había dicho llevaba una capucha y esta causaba una sombra en su rostro que impedía verlo a los ojos, pero lo mire, seguí mirándolo, no se por cuanto tiempo... no podía apartar la vista de aquella presencia tan rara, ¿alguna vez te ha pasado que cuando vez a alguien no puedes apartar la mirada y cuando lo ves a los ojos (aunque esta vez no habían ojos a los cuales mirar) sientes que sabe algo de ti?... claro que no, que estúpido... eres solo un viejo cuaderno que halle en uno de esos tantos cajones llenos de cosas olvidadas; se acerco... se acerco mas y mas... no se que paso, pero fue muy rápido, en tan solo un parpadeo ya estaba frente a mi, bajo la luz de aquel viejo farol... sentí una sensación punzante en mi estomago, tal vez nervios, nauseas quiza... no recuerdo mucho de ese encuentro pero te escribire unas cuantas líneas de lo que hablamos.
-Si. Le dije

-Entonces no hay mas que decir. Se dio la vuelta

-Solo una cosa mas

Se quedo esperando, sin volverse hacia mí de nuevo.
-¿Cuanto tiempo?
-El que sea necesario. No dijo más y se marcho

En cuanto estuvo lo bastante lejos como para no alcanzar a distinguirlo entre la gente, pensé en lo que había dicho, “el que sea necesario”, si claro… y bueno… ¿cuánto es necesario? ¿hasta morir acaso?... Perdona si no entiendes, te lo explicare con una sola palabra. Soledad.
Así es, vino hacia mí la soledad, sin rostro ni emociones… la estuve esperando y la encontré…
Ahora mírame, estoy aquí sentada bajo la luz de una vela que amenaza con extinguir su luz como el destino lo hace con mi vida, escribiendo en un cuaderno sin pasta, con las hojas amarillentas, no se si existe otro motivo por el cual escriba este breve episodio de mi vida además del desahogo sentimental, tal vez… solo tal vez… lo escriba esperando a que alguien me ayude a que el tiempo obligue a la soledad irse…