02 marzo 2012

Martes 28 de febrero de 2012

Querido diario:

Mi panorma: de mi lado derecho, veo un gran árbol que se divide en tres gruesas ramas, situdo delante de una gran y elegante ventana redonda, mientras que de mi lado izquierdo, la profesora explica la entrada y salida de sodio y potasio en el potencial de acción de una neurona, y me acuerdo de ti, que una vez te tuve como mi amigo, mi inanimado y estático amigo que escuchaba mis patéticas ideas que temía a expresar a otras personas. Contigo me sentía cómodo, incluso libre. Y ahora te recuerdo.

¿Sabes? Estos días no han sido fáciles para mí. He aprendido que debo ser yo mismo, y para eso, no debo hacer nada; pero me he topado con que yo soy una gama de actuaciones que ocultan mi verdadero ser. ¿Cuál de estas actuaciones soy en realidad, si es que soy alguna de ellas? Para empezar, ¿por qué comencé con esto? Tal vez porque detestaba ser yo mismo, no ser agradable para los demás... y lo sigo detestando.

Ahora, mi propósito es confiar en mí, expresar lo que soy sin temor alguno, pues tengo la plena confianza que si lo hago, los demás responderán por sí solos, y me aceptarán como soy, sin actuaciones, sin máscaras. Sin embargo, un hay más. Este cambio que pretendo involucra analizar todo lo que soy: analizar significa destrozar cada parte de mi vida, enfrentarme a mí mismo, y sobrevivir a ello. Me pregunto si esto funcionará. Me pregunto si tú me ayudarás, querido diario, pedazo de papel inanimado que me ha acompañado tantas noches insípidas. Por favor, permanece conmigo.

Como siempre, el sueño me hace sentir irreal, fuera de este mundo. Como siempre, el sueño me hace decir cosas estúpidas. Como siempre, anhelo estar en ese mundo que es el sueño, que, por lo menos, yo manipulo y disfruto a mi antojo; y si bien el sueño se desvanece al amanecer, puedo dormir con la esperanza de disfrutar de nuevo esa segunda vida, que me pertenece.