24 abril 2009

Cartas de un suicida I



Era martes por la mañana y él ya se había ido, un pequeño rayo de luz se colaba entre las cortinas, dándome en la cara y obligándome a levantarme, pero solo me hundí en las sabanas.
Me parece haber quedado inconsciente por algunos minutos y después de pensarlo un poco, decidí levantarme, no tenia caso seguir escondiéndome de la tristeza si ya me había encontrado, tenía que enfrentarla ¿pero como?.
Me apresuré a vestirme, creí tener un plan. Después del desayuno, caminé por el parque en el que los dos solíamos pasear, me tomé mi tiempo, me senté bajo el árbol más grande sólo a sentir el viento del invierno y empecé a escribir.
Para cuando la tarde llegó, fijé mi rumbo hacia la farmacia y compré un pequeño frasco azul de pastillas para dormir.
Cuando llegué a mi casa ya era de noche, una vez más la luna se alzaba tan gloriosa sobre mi cabeza y me bañaba en una luz plateada, subí al cuarto y encontré mi cama vacía, como la dejé en la mañana, nada había cambiado. Ya estaba decidido, hoy me liberaría del dolor y la tristeza.
Dejé la carta que había escrito en el parque sobre el buró, al lado de una rosa muerta y me tomé una, dos, hasta veinte pastillas y en diez minutos me quede dormida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

genial me encanta esta historia porque el personaje narra su muerte, muy bueno,en serio este escrito esta muy bien,FELICIDADES!!

Anónimo dijo...

A que luna... siempre tan hermosa, tan silenciosa, tan perfecta que termina siendo testigo de las historias mas bellas y las mas tristes tambien.Sera por eso que siempre tiene una presencia melancólica?
Casra...muy interesante lo que escribes, sencillo, casual... inspirador.
saludos y felicidades.

Anónimo dijo...

interesante relato...