18 septiembre 2010

J 321 Cap IV


IV


No me atreví a encender la pequeña lámpara de mano que llevaba ya que, si aun había algún monstruo por la casa, podría llamar su atención, así que la guarde de nuevo en mi bolsillo. Saque una pequeña pistola de mano y esperé a que mis ojos se adaptaran a la obscuridad, no me llevo mucho tiempo darme cuenta en donde estaba y fue entonces cuando empecé a avanzar lenta y cuidadosamente.

Lo único que escuchaba en esa maldita obscuridad era mi respiración, el crujir de algunos cuantos pedazos de vidrio roto de las ventanas de la sala, el viento silbando que entraba por todos lados y… ¡CRAK! … ese sonido de un golpe seco me puso la carne de gallina. Me quede paralizada por algunos momentos en mi lugar, después avance un poco hacia el lugar donde creía haberlo escuchado. Venía del cuarto de mi madre.

La sombra de una figura sumamente alta me tomó por sorpresa, podía ver claramente sus ojos rojos fijos en mí. No pude evitar dar un grito. Solté la pistola del miedo y caí de rodillas ante aquel gigante. Levanté la vista, si iba a morir moriría con dignidad, viéndolo a los ojos y tragándome otro grito que venia en camino.
Esa cosa me tomo por el cuello, me alzó tanto que nuestras cabezas estaban a la misma altura.

-¡Suéltame maldito bastardo!

Sabía que era inútil pelearme contra él y menos si no hablábamos el mismo idioma. Hasta me hubiera resultado algo gracioso si no estuviera en una situación de vida o muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿...?