03 diciembre 2009

23 de noviembre de 2009

Querido diario:

Después de dejar pasar tanto tiempo, por fin vuelvo a escribir en tus páginas. Tal vez pienses que sólo escribo en ti cuando me siento mal… me disculpo por ello. También creerás que me alejé de ti un tiempo por sentirme en bienestar… pues te equivocas, lo que pasa es que no sabía cómo expresar lo que siento.

Hace unos días, volvía a buscarla. Era de noche, casi no llevaba dinero, y tenía miedo. Miedo de la oscuridad en las calles, miedo de la gente que no conocía, miedo de mi soledad, de estar ahí, sin ella. Desesperadamente corría a su encuentro, sin la mínima garantía de verla. De repente me vi, solo, desesperado, sin conciencia de mis propios actos. ¿Qué es lo que hacía ahí? Entonces, un suave golpeteo del frío viento nocturno me hizo entrar en razón; me dijo que no debía estar ahí.

Incluso hoy no encuentro la razón clara de por qué me arriesgué tanto por buscarla, aun sin estar seguro de encontrarla; y aun si la hubiera encontrado, ¿le hubiera hablado siquiera?, ¿tenía algún objetivo verla? Creo que comprenderás cuan desesperado me sentía.

Mis sentimientos aun no son claros.

Entonces, reaccioné y regresé a mi casa lo más pronto que pude; de nuevo, al llegar, nadie se percató de mi presencia, así que fui a mi cuarto, anhelando dormir y poder soñar qué hubiera pasado si la hubiera encontrado. Sí, los sueños, el único mundo en el que puedo estar seguro. En fin, esto no es un sueño, es desafortunadamente la realidad, según Platón una inexacta copia de lo que debería ser, pero… ¿qué debería ser? Aun no lo sé, espero que mis sueños algún día me lo digan.

Aldo

2 comentarios:

Casra dijo...

amo lo que escribes y como lo escribes

Con K. dijo...

Una búsqueda de locos y un resultado incierto... momentos que no quisiera recordar.

Felicitaciones amor mío, cada vez me sorprendes aún mas :D! coicido con la señorita de arriba. (:

..besos..