30 noviembre 2009

Carta # 14

Bien es cierto lo que dicen, no se puede tapar el sol con un dedo y tampoco curar un corazón tan roto como el mío con un simple lo siento.
Esta tarde, mientras escribía bajo la sombra de un árbol que lentamente moría, note una presencia extraña, pero conocida, no le di mucha importancia, total… no esperaba a nadie más que a la muerte.
Entonces el viento entonó esa melodía que tanto me cantabas, esa melodía que aun me hace perder la razón, que me hace sentir amor y dolor… Deje de escribir, intentando desesperadamente no pensar en ti, pero ya era demasiado tarde. La melodía cargaba consigo tu aroma y tu recuerdo de nuevo hacia mí.
El viento era traicionero esta vez.
Una brisa cálida me recorrió el cuerpo. Alcé la vista hacia el cielo solo para verte ahí, tan tranquilo como siempre, con esa sonrisa sarcástica pintada en tu rostro, y me veías.
Posé la vista en tus manos que formaban puños, puños que temblaban ligeramente del esfuerzo que hacías al apretarlos. Me pregunto si estabas enojado.
Recorrí la mirada lentamente por tu rostro, intentando encontrar a esa persona que tanto ame. De pronto, tu mirada choco con la mía. Quise desviar la mirada, pero algo mas fuerte me lo impedía.
Te acercaste lentamente, dejaste descansar tus manos sobre mi rostro y me besaste. Yo, cerré los ojos, pensando tontamente que así haría que ese beso durara eternamente. Cuando los abrí de nuevo, tú ya no estabas.
El viento me abrazó y me dedicó un último adiós en tu nombre, un último silencio, un último perdón.
Bajando la vista hacia mi cuaderno note que la tinta negra se corría, parecía que las palabras lloraban… estaba equivocada. Lentamente acerque las manos a mis ojos y me di cuenta de que era yo la que lloraba.

No hay comentarios: